A penas tengo tiempo para dedicarme a escribir por aquí. Cocino, con rapidez, antes de irme a trabajar. Luego preparo la cena con lo que hay en la nevera y la cámara permanece olvidada, y mucho más los escritos matutinos.
Pero hace un par de fines de semana, me permití uno de los placeres de la vida: me dejé llevar por los sabores de las magdalenas que venden en Tribunal. Así que, siguiendo el ritual, me hice con las que me más me gustaron, y las comí de pie, mirando el escaparate, ya que el lugar es tan pequeño que sólo hay dos asientos dentro y suelen estar ocupados.
Sabores rojos, vintage, dulces y amorosos. Lo más recomendable para cualquier tarde de domingo.